lunes, 4 de abril de 2011

Palabras de nuestra presidenta Mª Ángeles Salgado en el acto del Día Mundial sobre Cocienciación del Autismo, celebrado en Cartagena.
La última frase con la que acaba Ban Ki-moon, secretario general de la O.N.U, el mensaje de este año para la celebración del Día Mundial de concienciación sobre el autismo versa del siguiente modo:
“Emprendamos juntos este camino hacia un mundo más generoso e incluyente”.

La reflexión a la que apunta esta frase supone que la toma de conciencia de este trastorno generalizado del desarrollo no puede quedarse en el simple hecho de reconocer que nuestros hijos existen y que sus peculiaridades son una realidad. Por el contrario, la toma de conciencia debe ser el punto de partida para la acción solidaria por parte de las instituciones y de los particulares hacia todas las personas que padecen trastornos del espectro autista.

En el caso del Síndrome de Asperger, los niños y niñas que lo padecen, en muchos casos, y fuera de toda lógica, son diagnosticados todavía demasiado tarde. Es cierto que este síndrome es conocido desde hace relativamente poco tiempo, pero sin embargo no existe justificación alguna para que aun no exista un protocolo de detección precoz entre los especialistas de la pediatría que pudiera evitar el calvario de la incomprensión o de los diagnósticos erróneos por el que seguimos pasando padres e hijos antes de llegar al paradójico alivio del diagnóstico certero.

La toma de conciencia debe implicar una homogeneidad por parte de los servicios de valoración de la discapacidad perteneciente al IMAS y adscritos a la Consejería de Política Social, Mujer e Inmigración. Es inaceptable que cualquier persona que cuente con este diagnóstico no alcance, al menos, una valoración de discapacidad del 33% con independencia de la unidad de valoración y del técnico/profesional que la lleve a cabo.

La toma de conciencia también debe suponer que a pesar de que su inteligencia racional esté intacta se les atienda adecuadamente y con todos los medios a su disposición en el ámbito educativo. Precisamente hoy en día que ha cobrado tanto auge la importancia de la inteligencia emocional en la previsión del éxito y la felicidad en la vida de un individuo, nuestro hijos siguen siendo los grandes incomprendidos del sistema educativo: apercibimientos e incluso expulsiones de los centros por comportarse conforme a su trastorno, negativa a aplicarles adaptaciones curriculares de acceso que se adecúen a sus peculiares estrategias cognitivas, inexistencia de talleres de habilidades sociales específicos a sus necesidades, falta de atención durante recreos y tiempos libres en los que se sienten tan perdidos, falta de atención individualizada en su etapa universitaria, con medidas especiales cuando tengan que desplazarse del lugar de residencia familiar para realizar estos estudios en otra ciudad y, sobre todo, el terrible consentimiento de las conductas de rechazo, burlas e incluso de acoso que soportan durante los periodos de convivencia con sus compañeros.

Por último, la toma de conciencia también debe implicar el adecuado asesoramiento vocacional y la puesta en práctica de medidas de discriminación positiva y de acompañamientos laborales hasta que puedan valerse por sí mismos, para poder acceder a un puesto de trabajo que les dignifique en el dificultoso entramado social del mundo adulto.

Nuestro hijos no son maleducados; nosotros no somos padres negligentes, tampoco requieren que se les preste más atención y comprensión de la que como humanos se merecen. Por el contrario, simplemente son distintos, son creativos, son útiles socialmente y, por encima de todo, son buenos.